Fútbol Inglés (BRITCORNER)

La gran virtud de los equipos de Wenger siempre ha sido la del buen gusto, el buen trato de la pelota y la apuesta por los jugadores ‘finos’. Después del partido ante el Chelsea y, sobre todo, después de años de casi calcados en errores similares algo parece eterno: La fragilidad. Solía decirse, y aquí los primeros en mantenerlo, que el Arsenal representaba la apuesta romántica pero es ya romanticismo trasnochado. Una  apuesta que lleva a la desesperación de su propio técnico entrando en guerras de banda y en sustituciones de jugadores como Cazorla que no encontraba nadie respuesta. Un dato escalofriante para los de Wenger es que se quedaron por primera vez sin disparar a puerta en un partido desde 2003. Sin disparar a puerta, lo que más hacían con o mayor suerte en otro tiempo y que plantea un escenario desesperante para los gunners.

El ocaso

El cáracter ofensivo que lleva por bandera esta filosofía ya no es tal aunque se nutra de numerosos futbolistas de calidad.  Que Welbeck, a pesar de su reciente hat-trick, haya sido la opción preferida define una dirección más hacia los jugadores sin alma, con calidad pero lejos de ser líderes. El Arsenal que triunfó en su momento era brillante en la puesta en escena pero también tenía actores secundarios que mantenían el equilibrio, había muchos jugadores de peso, de imprimir respeto al rival. El mejor Barça sin Busquets no hubiese sido posible así como el United aquel sin Keane o el Chelsea y el Madrid sin Makelele. Wenger ha ido siendo más Wenger al cabo del tiempo,  algo que no ha favorecido a un club necesitado de un nuevo giro, con o sin él. El Arsenal repite errores y cada vez hay menos argumentos para creer en el técnico galo. No quiere reinventarse.